Hola amig@s de albinusrol, hoy continuamos nuestra serie de entradas dedicadas a la Campaña del juego de rol SPIRE, que he jugado de forma online junto a mis amigos roleros, José Manuel Palacios “Panda”, Dani “Danpe”, David “Aakroma” y José Alarico “Jan Cantor”, donde quiero compartir con tod@s vosotr@s el resumen de cada sesión.
La campaña es del juego de rol SPIRE, que financió su versión en castellano exitosamente el 7 de junio de 2021 en verkami, gracias a la editorial Cursed Ink. Si queréis ver cómo es este juego de rol, os dejo el enlace a nuestro unboxing de Spire. O si preferís la reseña del juego realizada por nuestro compañero Fede para saber más, no dudéis en pinchar los enlaces: SPIRE: Ambientación y Reglas; SPIRE: Distritos, facciones y Dirección.
SPIRE es una descomunal ciudad de elfos oscuros, que hace doscientos años fue conquistada a sangre y fuego por los altos elfos de las tierras heladas del norte. Ahora, los aelfirs (altos elfos) gobiernan la ciudad con crueldad, mientras que los drows malviven bajo su tiranía. Pero un pequeño grupo de drows quiere acabar con los aelfirs y recuperar la ciudad. Los personajes jugadores son drows que forman parte del Ministerio de Nuestra Señora Oculta. Como ministros, realizarán misiones desesperadas para socavar al gobierno y dar pasos hacia la libertad. Practican el espionaje, el robo y hasta el asesinato para conseguir sus objetivos, sabiendo siempre que un paso en falso supondrá su caída… y la de todos sus seres queridos.Resumen de la sesión
—Bonita fiesta, ¿verdad, hermana?
La voz era jovial, arrastrada por el alcohol. Elvi giró la cabeza y se encontró con un joven drow de rostro afilado y mejillas sonrojadas. Vestía una chaqueta morada, una camisa blanca y unos pantalones de terciopelo. Una copa temblaba en su mano, aún medio llena.
—¡Yo he estado en celebraciones mucho mejores! —exclamó él antes de vaciar la copa de un trago. El cristal chocó contra la mesa al dejarla—. ¡Eh, camarero! ¿No querría usted una copa, hermana?
Elvi asintió con cortesía, sintiendo el olor dulzón del licor en el aliento del joven.
—Tal vez una.
El camarero se acercó, con una bandeja plateada repleta de copas. El drow avanzó hacia él con torpeza, se la arrebató sin pedir permiso y la dejó caer sobre la mesa, antes de volver a sentarse.
—Aquí tiene, hermana —dijo con una amplia sonrisa—. Si no me adelanto, podríamos pasarnos toda la noche persiguiendo camareros.
Elvi, sin perder la compostura, observó al muchacho desconcertada.
—Se nota que está familiarizado con este tipo de eventos —respondió, mirando a los invitados cercanos que comenzaban a murmurar sobre ellos.
—Por supuesto —dijo con desdén mientras se acomodaba aún más en el sillón—. Mi padre paga todo esto.
Elvi entrecerró los ojos.
—¿Acaso es usted hijo del anfitrión?
Él sonrió con suficiencia, como si esperara la pregunta desde hacía horas.
—Deblin Winters, para servirla —dijo, inclinándose en una reverencia tan exagerada que casi pierde el equilibrio.
Elvi inclinó levemente la cabeza, con una cortesía templada por la prudencia.
—No diga eso. Si alguien debe mostrar respeto, soy yo, mi señor.
Deblin soltó una carcajada hueca.
—No, hermana. Esto no es más que una pantomima de mal gusto —bramó, alzando la voz por encima de la música mientras vaciaba otra copa de un trago.
Varias cabezas se giraron con desaprobación. La atmósfera se tensó por un instante, aunque nadie se atrevió a intervenir.
—Vaya —murmuró Elvi—. ¿A qué se refiere exactamente?
El joven ya tenía otra copa entre los dedos antes de que ella terminara la frase.
—Mi padre es un cabrón —dijo Deblin, escupiendo cada palabra como si fuera veneno—. ¿Usted cree que está pagando todo esto para celebrar su cumpleaños? Ni siquiera ha aparecido.
Su voz se alzó por encima de los acordes suaves de los músicos. Las risas forzadas de los invitados se apagaron a su alrededor.
La sacerdotisa mantuvo la mirada fija en su copa, mientras sentía cómo la atmósfera de la sala se tensaba.
—¿Le ha traído algo? —preguntó Deblin, apoyando el codo sobre la mesa.
—Un regalo —respondió Elvi con tono suave—. De parte de nuestra congregación.
Él se inclinó hacia la caja con la mirada enturbiada por el alcohol.
—¿Y si le echo un vistazo?
—No es posible —dijo ella sin levantar la voz—. Es algo delicado.
Deblin soltó una carcajada ronca y alzó su copa vacía.
—Le agradezco la intención, pero tengo instrucciones muy claras —continuó Elvi, protegiendo la caja con una mano.
—Solo una miradita, vamos. No es para tanto.
La sacerdotisa mostró una sonrisa forzada. Realmente se sentía incómoda y su mirada seguía atenta a cada gesto del muchacho.
—Tal vez en otro lugar. Aquí no es apropiado. Preferiría que no lo viera nadie más.
Deblin agitó la bandeja con impaciencia antes de servirse otra copa.
Desde su asiento, la lajhan barrió la sala con la mirada. Entre el vaivén de trajes lujosos y máscaras sociales, reconoció la figura de Dipree. El agente, ahora vestido de guardia, salía con disimulo de una de las puertas secundarias. Su rostro estaba sereno, pero sus ojos escrutaban cada rincón como los de un depredador.
Mientras Deblin bebía sin moderación, Elvi decidió reconducir la conversación.
—Tiene usted algo de travieso, joven Winters. ¿Por qué ese empeño en ver el regalo antes que su padre?
Deblin alzó una ceja, divertido.
—¿Y por qué no, hermana?
—¿Está acaso compitiendo con él?
Él se encogió de hombros, llevándose otra copa a los labios.
—No. Bueno… quizá sí.
—¿Quizá? —repitió Elvi, arqueando una ceja.
—¿Va a enseñarme el regalo o algo más? —soltó con una sonrisa torcida y un brillo descarado en los ojos.
Elvi no se inmutó.
—Dependerá de lo interesante que sea la historia que me cuente. ¿Por qué esa tensión entre ustedes? Parece que no se soportan.
Deblin se reclinó en el asiento, con la copa colgando de sus dedos.
—Mi padre jamás escucha. No me toma en serio, ¿sabe? Tengo grandes ideas para arrancar de raíz toda esta basura y convertir el barrio de la Hilera Roja en algo innovador. No como todos esos viejos podridos que hoy visten sus mejores galas solo para beber gratis.
Elvi asintió.
—Entonces... compartimos cierto espíritu reformador. Hábleme de esos cambios. Me interesa.
Dos sombras se aproximaron entre la multitud. Los trajes oscuros que vestían contrastaban con el mármol blanco y el dorado de la fiesta. Drows de rostro endurecido y mirada cortante.
—Deblin —gruñó uno—, ¿qué coño haces? ¿Y quién es tu amiguita?
El joven se removió en el asiento con torpeza.
—Tranquilos —dijo con voz arrastrada—. Es una amiga. Se llama…
—Soy la lajhan Elvi —intervino ella, con voz firme—. Solo conversamos.
—Eso —repitió Deblin, levantando la copa medio vacía—. ¿Tenéis algún problema?
Los dos recién llegados lo observaron con desprecio.
—Estás montando un espectáculo, Deblin. Bajas la voz o…
—Me importa una mierda vuestra opinión —interrumpió él, alzando el tono sin preocuparse por los invitados que comenzaban a volverse hacia ellos—. ¿Qué vais a hacerme, pegarme delante de todos?
La tensión creció. La sacerdotisa, con un leve gesto, activó la gema de su frente. Una luz suave, casi imperceptible, brotó de la joya y envolvió a los presentes con una sensación de calma.
—Caballeros —dijo—. No es lugar para disputas. Esta es una fiesta. Disfrutémosla.
Deblin, embriagado por su propia arrogancia, aprovechó el momento para intentar arrebatar la caja a la lajhan. Pero tropezó, perdió el control y cayó de lado en la silla. Elvi, sin levantar la voz, le golpeó suavemente el pecho.
—Señor Winters, por favor. No sea travieso.
El joven soltó un gemido y se desplomó, sin aliento, atrapado entre la borrachera y el aire que no encontraba.
Uno de los drows negó con la cabeza.
—Qué lástima. Perdón, hermana. No pretendíamos molestar.
—Lo llevaré fuera, que le dé el aire —respondió Elvi.
El otro le sostuvo la mirada por un momento.
—En confianza, no se le acerque demasiado. Es problemático.
Elvi le sonrió con serenidad.
—Es parte de mi vocación hablar con las almas perdidas.
Los matones se alejaron sin responder. Elvi se quedó a solas con el hijo caído del anfitrión, que apenas podía levantar la cabeza.
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