Hola, amig@s de albinusrol, hoy continuamos nuestra serie de entradas dedicadas a la Campaña del juego de rol DRAGON AGE, la cual he dirigido en el Club ARS LUDICA junto a mis compañeros Dani “Danpe”, Fede “Scarver”, Francisco “Telmo” y Alejandro. Me gustaría compartir con tod@s vosotr@s el resumen de cada sesión y mis técnicas e ideas que he utilizado para las partidas como director de juego.
Preparación y dirección de la sesión de Dragon Age el juego de rol
En primer lugar, si queréis saber más de este juego, os recuerdo que nuestro compañero Fede "Scarver" nos dejó dos reseñas en el blog: Dragon Age. Caja básica. Manual del jugador y Dragon Age. Caja básica. Manual del director del juego. Además, en albinusrol hemos jugado la partida La Maldición dalishana en youtube.Desarrollo del Túmulo Tevinteriano de Aristan el Grande
Los héroes ya se encuentran en la planta inferior del túmulo. Allí hay varios caminos para elegir, pero como ya se han enfrentado al puzzle de la luz de los pebeteros, no sé si seguirán el pasillo en primer lugar (19) o entrarán en la sala del árbol mágico (15).Resumen de la sesión de nuestra campaña de Dragón Age el juego de rol
En esta nueva sesión, los héroes evitaron un pasillo sospechoso con luces cambiantes y accedieron a una sala extrañamente limpia, dominada por un árbol mágico y dos estatuas. Euphraty, pese a las advertencias, trepó al árbol y recogió un fruto, que Jarley y Burul probaron con efectos revitalizantes. Al intentar abrir la puerta sur, una barrera mágica lo impidió y activó a las estatuas guardianas. Se desató el combate. Jarley ralentizó a una estatua con magia, mientras Burul y Telmo enfrentaban a la otra. Euphraty descubrió una salida, pero solo ella logró cruzarla antes de que la puerta se cerrara, dejando atrás a Jarley y al agotado clon de Aristan.Euphraty asintió en silencio. Aquella
oscilación cromática siempre había anunciado trampas o enemigos en otras
cámaras del túmulo.
Sin mediar palabra, Burul cerró la puerta y
caminó hacia la entrada sur. Esta vez, la llave encajó sin resistencia. Cuando
giró el cerrojo, la pesada hoja de bronce se abrió con un crujido metálico.
—Hay magia residual aquí —susurró—. Y no es
débil.
En el centro, un árbol frondoso crecía con
exuberancia. De sus ramas más altas colgaban frutos extraños, redondos,
brillantes, de un tamaño mayor al de un coco. La luz mágica que flotaba en la
sala se reflejaba en su piel tersa, dándoles un brillo tentador.
A cada lado del recinto, dos estatuas de
piedra —un hombre y una mujer con túnicas de combate— guardaban el espacio en
actitud serena. Sus proporciones eran perfectas, casi humanas, aunque del doble
de tamaño que una persona normal.
Al sur, los héroes distinguieron otra
puerta de bronce cerrada, idéntica a las anteriores.
—Es hermoso —murmuró.
El mago sonrió, con una chispa de osadía en
sus ojos.
—Solo hay una forma de averiguarlo. ¿Te
atreves a subir?
—No deberías —advirtió Telmo, acercándose
al árbol—. No sabemos qué clase de magia lo mantiene con vida.
Euphraty no respondió. Apretó los labios,
evaluó las ramas y comenzó a trepar, buscando siempre las más gruesas. La
corteza no era rugosa, pero le permitía agarrarse con facilidad. Al alcanzar
las alturas, uno de los frutos se desprendió por sí solo y cayó en su palma,
cálido y más liviano de lo que creía.
Descendió con cuidado y, una vez en tierra
firme, tendió el fruto a Jarley.
—¿Te atreves?
Burul, intrigado, se acercó. Le arrancó un
trozo al fruto con sus dientes y masticó en silencio. Luego asintió con una
sonrisa satisfecha.
Los demás miraron la fruta con cautela,
pero ninguno se atrevió a probarla. La magia de ese lugar seguía siendo
demasiado extraña para confiarse.
Burul se aproximó a la puerta sur, la misma
de bronce que habían visto al entrar. Introdujo la llave y giró el mecanismo,
pero la hoja no se movió. Una resistencia invisible, que no provenía del metal,
ejercía una presión contraria a su fuerza.
—No se abre —gruñó, empujando sin éxito—.
Hay magia que lo impide.
Un extraño temblor recorrió el suelo.
Las dos estatuas, hasta entonces inmóviles,
descendieron de sus pedestales. El mármol crujió bajo sus pasos mientras se
dirigían hacia el grupo con una determinación inquebrantable.
La elfa contuvo el aliento. «¿No me ve? ¿O
no me considera una amenaza?»
Jarley, con los ojos muy abiertos, levantó
una mano con rapidez.
Burul y Telmo se enfrentaban con
determinación contra la estatua masculina. Cada golpe de sus armas arrancaba
fragmentos del mármol encantado, pero los puños de la criatura seguían cayendo
como martillos. Ambos guerreros ya sentían los hematomas formarse bajo las
placas de sus armaduras.
Euphraty se desplazó por el borde de la
sala, buscando una posición más ventajosa. Al alzar la vista, notó algo
inesperado: la puerta norte, antes cerrada, se había abierto de nuevo.
—¡Volved aquí! —gritó, señalando con el
brazo extendido.
Euphraty, que sí había cruzado, parpadeó
con incredulidad. Luego, recordó la escalera rota de la gran sala de las
tumbas, en la planta superior.
—Tal vez aún haya una forma —susurró, y se
echó a correr.
Dentro de la cámara, Jarley se detuvo un
instante, mirando la puerta cerrada. Sus hombros cayeron con un suspiro
resignado.
—Maldita sea…
Giró hacia Aristan, que apenas lograba
mantenerse en pie por los puñetazos de su enemiga. El joven mago alzó el brazo
y conjuró un nuevo hechizo.
—¡Puño pétreo!
Una mano de roca surgió del aire y se lanzó contra la estatua femenina, para dar un respiro al agotado clon.
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